Estella del Carmen Fuentealba Ojeda.
María Blanca.
Allá, en América del Sur al fin del mundo, existe un paraíso, en el cual vive una hermosa familia, y un integrante de ella es María Blanca.
Mujer hermosa, sentimental y sociable. Ella vive rodeada de campos verdes, árboles, flores, lagos, ríos, playas y montañas.
Pero, María Blanca desde niña fue muy enfermiza y aún siendo mujer adulta ha sido delicada, pero la esperanza que a ella la envuelve siempre la levanta y no se deja morir.
En los meses de primavera y verano ella esta siempre rodeada de mucha gente, algunos la conoces desde hace mucho tiempo y otros se mueren por conocerla, sin embargo, se deja querer por todos y ofrece siempre su casa para aquel que quiera visitarla.
Ahora esta muy sola, y piensa:
-¡Que triste estoy, me siento vacía, es otoño, dos meses, hace mucho frío, el aire es húmedo y muy helado!
-¡Atrás quedó el hermoso verano, con su intenso calor que sonrojaba mi rostro!
-¡Atrás quedo la primavera que daba vida a mi vida, haciéndome renacer bellas cosas en mí!
¡Sin embargo, hoy los árboles me muestran sus más hermosos vestidos, pero no puedo estar alegre!
También el cielo a veces me sonríe, sin embargo yo me oculto tras mi velo blanco, luego me viene la nostalgia y recuerdo mi vida pasada, y lloro, y pienso en mi padre.
Y lo recuerdo, y lo recuerdo Pedro se llamaba nacido un 17 de abril de 1497, y venia de un lugar de Extremadura, Castuera, era el lugar, si y de España, hombre de buena estatura, mi padre de rostro alegre y de buen entendimiento, también fue Señor, y era generoso amigo de andar bien vestido y lustroso, era afable y humano con todos.
Sin embargo, el falleció tan joven, 56 años tenía, trágica muerte tuvo mi padre, a manos de unos aborígenes, se le fue la vida, y yo quede sola, tan sola, y pasaron los días, los años y de pronto en mi soledad, me empecé a enfermar, creí morir entre fiebres muy altas, mareos y desmayos, que me destruían por completo.
Temblores muy fuertes en mi cuerpo, y ataques que me botaban, muchos temporales del invierno me rondaron.
Caí tantas veces, pero me he levantado tantas veces también, y aún estoy en pie, con mi esperanza que no me deja y que me da vida.
Pero a veces también lloro mucho, especialmente en otoño y en invierno, y a veces un poco en primavera.
Y el viento rosa mi piel con torpeza en diciembre, y otras con tanta suavidad, y se mira al espejo, y se dice:
-¡Ahora estoy muy vieja, cuatrocientos cincuenta y ocho años tengo!, párese mentira,
¡Mujer inmortal! Pero la piel joven, después de tantos cambios, y se ríe y luego piensa y dice:
-¡Nací hace tantos años, creo que el 9 de febrero de 1552, nací Española, por mi padre, y lo fui por muchos años, dependiendo de una familia llamada Lima, Perú, del norte de América del Sur, hasta que me rescataron por fin de la orfandad y me adoptó muchos años después un hombre americano y sureño. Padre amoroso que llego a tener 15 hijos, siendo yo la número catorce.
Y luego se queda en silencio, y nuevamente piensa y se dice:
-¡Ha habido tantas tristezas en mi vida! Pero hay una en especial que me ha quedado muy marcada, y aún la tengo, y esa fecha tan trágica que nunca quiso borrarse de mi mente 22 de mayo de 1960, hoy esta ella recordándomelo siempre.
Recuerdo que aquel día eran como las 15 con 11, cuando de pronto mi cabeza empieza con mareos, y cada vez más fuertes, hasta que al final me caí al suelo, estaba muy enferma, mi cuerpo paresia despedazarse por completo, y la gente a mi alrededor estaba muy asustada, lloraban, suplicaban y rezaban para que yo me aliviara.
Mi piel tenía grandes heridas, yagas que me dolían mucho y con gran tristeza y entre lágrimas veía que otras personas morían a mi alrededor.
¡Que pena tenia al saber que por mi culpa todo aquello había pasado. De pronto alcé mi mirada hacia la distancia y vi. con mucha preocupación que los ríos habían cambiado su curso, nuevos lagos nacieron y las montañas ya no estaban en su lugar, se habían movido, todo se estaba modificando.
Luego trate de pararme, y al hacerlo, vi que de pronto el mar se había recogido y estuvo así por unos minutos, pero luego una gran ola se levanto, destruyendo a su paso, casas, animales, puentes, botes y llevándose también a muchas vidas humanas, yo no pude hacer nada, ni siquiera pararme, y así me perdí entre sus aguas creí morir.
Pero luego paso el tiempo y poco a poco fuimos caminando, con la ayuda de la gente yo me fui reponiendo, y con mi ayuda ellos se fueron recuperando.
-¡Y aquí estoy! Renovada, pero viva.
Y luego se queda en silencio, sintiendo la suave lluvia que caía sobre su rostro, y recuerda:
-¡Y mi padre me puso SANTA MARÍA LA BLANCA, dos nombres, un apellido, pero recuerdo también, que yo antes me llamaba AINIL.
Pero bueno, creo que de prontota gente olvido mis nombres, y quede solamente con el apellidote mi padre, VALDIVIA, y lo demás quedo en el recuerdo, como tantas cosas.
Y ahora gritan ¡ hey, allí esta Valdivia!, que bella, que bonita es, y yo me siento muy feliz, y los invito a visitarme. ¡Y luego pienso!, que mientras haya esperanza en mi corazón, nunca he de morir, y a pesar de todas las tristezas que rondan mi vida, y aunque me cueste mil veces levantarme, aquí siempre de pie voy a estar.